La Agencia Internacional de Energía (IEA) cree que todavía es posible limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, tal y como se estableció en el Acuerdo de París, gracias al crecimiento de las energías limpias.
En su actualización de la hoja de ruta hacia las cero emisiones, recalca que el mundo puede alcanzar el objetivo de “cero emisiones” en el sector de la energía en 2050, triplicando para 2030, entre otras estrategias, la capacidad de producción de energías renovables, aunque hace falta más ambición política y cooperación
La actualización de la hoja de ruta de 2021 cubre un periodo con una pandemia, con la reactivación económica mundial que le siguió y la crisis energética del año pasado ya mira con optimismo la proliferación de renovables y también con preocupación el incremento de inversiones en combustibles fósiles, particularmente durante 2022.
“El camino para el 1,5ºC se ha estrechado en los últimos dos años, pero las tecnologías de energías limpias lo mantienen abierto”, afirma el director ejecutivo de la IEA, Fatih Birol, que confía en que la posibilidad que ahora se considera real de “triplicar la capacidad renovable y doblar la eficiencia energética para 2030” podría conducir a una mayor caída de la demanda de combustibles fósiles también para final de la década.
Para ello, tiene también que cumplirse otro pronóstico de la IEA, que el consumo de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo alcancen su “pico” en 2030, a partir de cuando debería empezar a declinar y continuar siendo sustituidas por energías renovables.
La IEA constata que desde 2021 se ha producido un “crecimiento récord” en instalación de energía solar y en ventas de vehículos eléctricos, dos tecnologías que representan por sí misma un tercio de las reducciones de emisiones entre hoy y 2030.
Sin embargo, la Agencia indica que “hace falta una acción más audaz”, y que al final de la década -para 2030- la capacidad de generación con energía fotovoltaica en todo el mundo se haya triplicado, se dupliquen las mejores en eficiencia energética, que las ventas de coches eléctricos y de bombas de calor -como sustitutas de las calderas de gas- aumenten bruscamente y que las emisiones de metano en el sector energético caigan un 75%.
